sábado, 25 de agosto de 2007

¿Abandonados después de la tragedia?

Es que hasta escuece, que ya es mucho. ¿Podrían los incendios deparar consecuencias aún más dañinas de lo previsto? Pues, visto que las consoladoras ayudas van camino de quedarse en promesas a merced del viento.

Bueno, en realidad, de la kafkiana rigidez burocrática que está obstaculizando el curso de esas ayudas hasta hacerlas inviables. Así como suena, absteniendo esas ayudas públicas, y prácticamente despragmatizando cualquier sentido solidario de las ayudas desde los órganos administrativos de la sociedad para los damnificados en favor de una tupida red de trabas burocráticas irascible y ciega a las condiciones de unos demandantes con escasa formación para vérselas con tantas gestiones, y con el nivel que se exige para esas gestiones, y por tanto cohibidos por el insólito requisito de ser técnicos administrativos, que al final no hace sino acentuar los efectos de una tragedia con la que todavía tendrán que convivir durante años porque la reconstrucción tropieza, y saldrá todavía más aletargada debido a ello, con nada menos que el inmovilismo de una administración pública rehacia a ayudar si no es complicando el proceso hasta hacer inviables esas mismas ayudas a santo de unos requisitos tan irreales que hasta parecen tornarse en una desgracia añadida. Es que hay que verlo para creerlo. La burocracia pareciera querer competir con aquel gigantezco incendio, y las hoy gigantezcas secuelas que dejó a su paso, a la hora de mantener estupefactos a los damnificados. Es que hasta da la impresión de que el grueso de las ayudas, es decir, aquellas que debían seguir a las ayudas mínimas de primera hora para cubrir las necesidades más básicas, irónicamente pueden quedarse en humo. ¿En qué se va a convertir esto, en una burla de las administraciones públicas a los damnificados?


Fragmentos de un artículo de opinión publicado en maspalomasahora bajo el título "Subvenciones que se pierden en la burocracia":

«Es lógico y natural que estas personas sufran, frustración, angustia, desesperación, confusión y hasta decepción al verse abandonadas de esta manera tan absurda por los que de verdad tienen que dar la cara, las autoridades, ...»

«Estas victimas claman por unas indemnizaciones justas, que al menos les permitan volver ostentar sus finquitas, que tanto sudor les costo sacar adelante, de sus animales y de todo ese pecio que el incendio arrasó sin contemplación alguna. Todos están en su derecho de exigirles a las autoridades que se impliquen para reparar tanto daño y no consientan que las mismas se inhiban de una responsabilidad ...»

«Los tecnicismos no tienen cabida cuando se les habla a los hombres del campo, hay que emplear términos simples, la rudeza de estos seres honrados a carta cabal no entienden la mística que la administración les quiere imponer donde imperan los técnicos, los burócratas y los planificadores de no se que. No es tan complicado entender a estas personas que solo reclaman lo que le prometieron y que ahora con tantas pegas basadas en la confección de un papeleo absurdo, hacen que después de una jornada dramática personándose en no se cuentas ventanillas regresan a sus casas con las manos vacías e impotentes ante tanta desidia.»

«Con ese ir y venir para cumplimentar los diferentes impresos que de una manera arbitraria se han sacado de la manga las autoridades, sin haber hecho referencia a los mismos cuando debieron, pretenden aburrir irremisiblemente a estas víctimas ...»

«... las administraciones tienen por sistema olvidar o dilatar en el tiempo este tipo de cosas, con el fin de que pasen a mejor vida.»

A día de hoy, y no es broma, hay damnificados, personas del campo que dedicaron sus esmeros y una vida de sacrificios a sus pequeñas fincas para ver cómo eran arrasadas por la devastación dejada por este dañino incendio, y que todavía tienen que sacar fuerzas y darse ánimos unos a otros para limpiar y empezar de cero después de un impacto emocional que todavía tiene que luchar con la depresiones, gentes sencillas, que se están endeudando por encima de sus posibilidades para hacer frente a la compra de mangueras y otros enseres agrícolas en un intento denodado por rescatar sus pequeñas fincas.

¿Y cómo trata de eludir sus responsabilidades la administración pública?


¿"Seguro agrario"? ¿Para cuándo la prohibición de que los que no tengan el carné de pilotos no se puedan subir a los aviones? ¿Alguien se puede hacer una idea de cuántas pequeñas fincas de Canarias cuentan con seguro agrario? ¿Se pueden hacer una idea de cuántas pequeñas fincas arrasadas por el incendio disponían del milagroso seguro agrario? ¿Se detuvo el incendio a pedirle los papeles a los dueños de las pequeñas fincas que se disponía a arrasar para destruir sólo las que tenían "seguro agrario"? Oiga, que si el tal "seguro agrario" es tan bueno, ya lo pueden poner en la agenda para llevar campañas de información sobre sus ventajas a los agricultores en el futuro, pero mientras tanto, las circunstancias son las que son, y la realidad es otra, y cerrar los ojos a esa realidad es ceguera, y dejar las ayudas en dique seco porque la realidad es que el "seguro agrario" no existía en la mayoría de las fincas afectadas, es dejar a los damnificados sin ayudas, y abandonados ante la desgracia. ¿No se podría plantear la necesidad de tener los pies en el suelo y conocer la realidad antes de demandar requisitos alejados de la realidad?

Daría hasta recelo pensar que, si para distribuir cheques de 2.500 euros en las primeras horas se montó una campaña mediática, puede que el grueso de las ayudas, las ayudas de verdad, las ayudas reales para hacer frente a los costes reales de los daños reales - que como es fácil imaginar, ese mínimo no alcanza ni por una más razonable mitad -, corren el peligro de quedarse en fantasmagóricas si no se pueden vender mediáticamente, con lo que reaparecería la paradoja entre administraciones públicas réditocratizadas y réditocratizables hacia los gestores, frente a unas recaudaciones públicas basadas en tributar por el mantenimiento de la sociedad (y no para mayor gloria de los gestores), y por tanto, legítimamente reservadas también para ayudar solidariamente a recuperar las partes de esa sociedad que puedan resultar damnificadas por una tragedia como este devastador incendio.

¿O es que los gestores se pueden dar el lujo de vivir desconectados de la sociedad a la que sirven hasta ignorar, las secuelas de esa destrucción, y sus responsabilidades en proveer de las ayudas para las reparaciones - y por descontado de forma más realista y menos kafkiana*-? ¿No repercute esa muroburocratización a ahondar en la prolongación de la tragedia? ¿La idea de proveer ayuda no se trata precisamente de paliar los efectos de la destrucción sobre esa parte de la sociedad sacudida por la tragedia, ayudando a aliviar también las heridas sobre el terreno, y los propios traumas heredados por las pérdidas sufridas?

(*El adjetivo kafkiano no es gratuito. A ver si no cómo se entiende que se haya llegado a pedir nada menos que la edad de los árboles carbonizados. El número de árboles carbonizados puede ser relevante, ¿pero cómo puede ser relevante su edad para poder optar por las ayudas? A este paso, habría que sacar un carné de identidad de cada árbol para tenerlos bien censados y socializados, pues menudos indocumentados están hechos).

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