Todavía hoy se entiende el urbanismo como todo lo relacionado con la edificación y la distribución de los espacios en las ciudades. El mayor inconveniente de las definiciones que sólo se refieren a estos aspectos es que se quedan cortas, porque cuando la propia palabra procede del latín con la idea de ciudad, y las antiguas ciudades también han evolucionado agrupándose para formar Estados, se hace necesaria una aproximación más compleja a todos los aspectos urbanos, y no ya sólo físicos (espacios y edificios), o funcionales (servicios), sino también de todos los campos sociales que tienen su punto de partida en la ocupación urbana, como la propia ciudadanía. Hasta el páramo más rural y alejado de lo que tradicionalmente se entiende como núcleo de una ciudad se rige por las normas urbanas del Estado, y hasta el más ermitaño de los españoles que puedan vivir alejados de las ciudades sigue siendo depositario de todos sus derechos como ciudadano español.
La ordenación urbana, que hasta hace poco se conocía como urbanismo, ahora ha pasado a llamarse ordenación territorial al exceder los espacios locales en la planificación de vías interurbanas, o en la protección de los espacios naturales, por ejemplo.
En otras palabras, el urbanismo ya no debe referirse tan sólo a las normas sobre la planificación y ordenación de las construcciones, porque en realidad le son propios todos los aspectos derivados la vida urbana y la dinámica de las ciudades, y que también requieren de planificación y ordenación para ser desarrollados óptimamente: derechos civiles, sanidad, educación, cultura, deportes, tratamiento de residuos, medio ambiente, consumo, programas de asistencia social, seguridad, empresas, economía, relaciones laborales, y un largo etcétera.
Todo esto hace que el urbanismo ya reúna todas las características para prestarse a evolucionar y convertirse en toda una ciencia con entidad y autonomía propia como disciplina académica, y en ese caso hasta sería deseable que en un futuro los urbanistas licenciados en este nuevo urbanismo científico puedan formar colegios oficiles de urbanistas, o que se pueda crear una nueva definición de grado sobre los requisitos para acceder a la función pública como urbanistas cualificados, académica y profesionalmente.
Con esta aproximación, los servicios públicos pasarían a ser sólo una parte de los servicios urbanos, y muchos servicios urbanos podrían privatizarse a resguardo de normativas urbanas encaminadas a proteger los derechos de los ciudadanos como consumidores y usuarios.
Desde la perspectiva de un urbanismo científico, la inexistencia de bibliotecas públicas como servicio urbano en Mogán, por poner un primer ejemplo, sería un defecto de la planificación urbanística, y las resposabilidades científicas se rigen por un nivel más exhaustivo y riguroso que las responsabilidades políticas, porque desde un urbanismo científico la planificación de bibliotecas urbanas podría formar parte de distintos modelos de urbanismo, pero su consideración no podría ser excluída de ninguno como viene sucediendo con acientíficos modelos políticos.
La ordenación urbana, que hasta hace poco se conocía como urbanismo, ahora ha pasado a llamarse ordenación territorial al exceder los espacios locales en la planificación de vías interurbanas, o en la protección de los espacios naturales, por ejemplo.
En otras palabras, el urbanismo ya no debe referirse tan sólo a las normas sobre la planificación y ordenación de las construcciones, porque en realidad le son propios todos los aspectos derivados la vida urbana y la dinámica de las ciudades, y que también requieren de planificación y ordenación para ser desarrollados óptimamente: derechos civiles, sanidad, educación, cultura, deportes, tratamiento de residuos, medio ambiente, consumo, programas de asistencia social, seguridad, empresas, economía, relaciones laborales, y un largo etcétera.
Todo esto hace que el urbanismo ya reúna todas las características para prestarse a evolucionar y convertirse en toda una ciencia con entidad y autonomía propia como disciplina académica, y en ese caso hasta sería deseable que en un futuro los urbanistas licenciados en este nuevo urbanismo científico puedan formar colegios oficiles de urbanistas, o que se pueda crear una nueva definición de grado sobre los requisitos para acceder a la función pública como urbanistas cualificados, académica y profesionalmente.
Con esta aproximación, los servicios públicos pasarían a ser sólo una parte de los servicios urbanos, y muchos servicios urbanos podrían privatizarse a resguardo de normativas urbanas encaminadas a proteger los derechos de los ciudadanos como consumidores y usuarios.
Desde la perspectiva de un urbanismo científico, la inexistencia de bibliotecas públicas como servicio urbano en Mogán, por poner un primer ejemplo, sería un defecto de la planificación urbanística, y las resposabilidades científicas se rigen por un nivel más exhaustivo y riguroso que las responsabilidades políticas, porque desde un urbanismo científico la planificación de bibliotecas urbanas podría formar parte de distintos modelos de urbanismo, pero su consideración no podría ser excluída de ninguno como viene sucediendo con acientíficos modelos políticos.
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